SITUACIÓN

Mientras en Fontainebleu, Bonaparte hacia príncipes y deshacía reinos, lenta pero inexorablemente continuaba la penetración de tropas francesas en España mientras en la Corte, aposentada en Aranjuez, Carlos IV maduraba la idea de viajar hacia el sur y acaso marchar a América siguiendo el ejemplo de los Braganza portugueses actualmente refugiados en Brasil.

Finalmente, la única nota de honradez entre tanto turbio manejo la daría, como siempre, el pueblo llano, que destruye y saquea cuanto tiene que ver con el favorito sin apropiarse de cosa alguna. Los sucesos de Aranjuez y el comportamiento cobarde de Carlos IV, convencieron a Napoleón para atraer a toda la familia real a territorio francés, reuniéndolos a todos en la población de Bayona.

El heredero, seducido por una entrevista con el emperador y su reconocimiento final como rey de España, paso el Bidasoa el 20 de abril de 1808, mientras los reyes padres lo hacían el día 30 del mismo mes, y el resto de la familia, debería hacerlo a partir del 2 de mayo.

Pero el pueblo de Madrid, al que todas estas marchas tenían escamado, con el fin de impedir este estado de cosas, comenzó una súbita insurrección popular que contó con la colaboración de algunos elementos militares como los tenientes Daoiz y Velarde, que se hicieron fuertes en el Cuartel de la Montaña (Madrid), resultando muertos en la acción que significo el detonante de la Guerra de la Independencia, pues el símbolo del 2 de mayo madrileño, se extendería rápidamente a toda España.

La insurrección de Madrid, tuvo como consecuencia los fusilamientos del día tres (inmortalizados por Goya), escarmiento ordenado por una comisión militar francesa presidida por los generales Grouchi y Negrete, este español, en el convencimiento de que una muestra de energía y crueldad doblegaría inmediatamente a la población, como ya estaba ocurriendo entre las clases altas.

Los sucesos del 2 de mayo animaron a Napoleón a precipitar las renuncias a la corona española primero de Fernando, y luego de Carlos IV, cuyo encuentro en Bayona acabo de convencer a Napoleón de la degeneración inaudita de los Borbones españoles, convirtiéndose la reunión en el episodio más vergonzoso de toda nuestra historia.

Ninguno de los protagonistas españoles, ni Carlos IV ni María Luisa (la reina más fea de España) ni Fernando se salvan de la quema, protagonizando un pugilato para saber quién es más cobarde, más ruin, más servil y más deshonesto, sin aparecer ni un solo rasgo de dignidad en ninguno de ellos, solo odios entre si y cobardía individual y colectiva. El rey vende España y las Indias a cambio de “Un lugar tranquilo en que pasar el resto de su vida en compañía de la reina y el Príncipe de la Paz”, y se retira satisfecho a Campiegne, donde nunca recibiría la pensión que Bonaparte le había asignado. En 1811 partía hacia el exilio en Roma junto con la reina y con Josefa Tudó, amante del valido.

No obstante lo ocurrido en Bayona, Napoleón se equivocaba en el mismo punto en que el dia 3, en Madrid, lo habían hecho sus generales. A pesar de las medidas que tomo Murat para evitar la extensión de la insurrección, esta corrió como la pólvora por todo el país, pasando de las proclamas y motines a la creación de juntas de gobierno en la gran mayoría de los territorios y ciudades, acabando con la constitución de La Junta Central, puesta en vigor el 25 de septiembre de 1808, organismo que ya desde su creación se erige en el centro supremo del poder en el país, ya que los patriotas habían rechazado de plano la autoridad de José I Bonaparte, que ya se encontraba en España desde el 9 de julio de 1808.

Entre tanto, prosiguiendo su avance después del 2 de mayo, las tropas francesas que ya habían sufrido en el Bruch (Barcelona) su primera derrota ante los somatenes catalanes, se encontrarían posteriormente con la resistencia de ciudades como Gerona y Zaragoza, dos veces saltada, donde se distinguiría la figura de Agustina de Aragón, siendo Bailen el lugar donde se libraría el acontecimiento más importante del momento, constituyéndose en el primer, último y único triunfo del ejército regular español, mientras que La Constitución (La Pepa), proclamada solemnemente el 19 de marzo de 1811, sería como un presagio de que la guerra terminaría pronto.

La batalla de Los Arapiles (1812) cerca de Salamanca, ganada por Wellington a Marmont, obligaría al rey José a abandonar Madrid y a Soult a levantar el sitio de Cádiz, hechos que se rematan con la nueva victoria de Wellington en 1813, que propicia el regreso definitivo del rey José detrás de los Pirineos, renunciando a todos sus derechos sobre el trono de España, si bien hay que apuntar que en su salida lo hizo seguido de una larguísima caravana que acarreada todo lo que de valor pudo llevar.

En diciembre de 1813, Napoleón firmaba con Fernando VII el Tratado de Valençay por el que le restituye la corona de España sin la mediación de Las Cortes, lo que equivalía a una renovación del absolutismo.

A partir de ese momento, el monarca negara sistemáticamente a sus augustos padres en su exilio romano, el permiso para regresar a España, manteniéndoles alejados del reino con un modesto pasar. El rey Carlos murió en Roma el 20 de enero de 1819, solo unos días después de “La Sabandija”, como Fernando solía referirse a su madre la reina María Luisa.