La noticia de la muerte del desgraciado Carlos II, último rey de la Casa de Austria, acaecida el primero de noviembre de 1700, así como el contenido de su testamento, mediante el cual la totalidad del Imperio Español recaía en las manos de Felipe de Anjou, nacido en Versalles en 1683 e hijo segundo del Delfín de Francia y por tanto nieto del poderoso Luis XIV, fueron conocidas en España ocho días después de su muerte, y pese a la calurosa acogida que el pueblo español dispenso al nuevo monarca el 17 de febrero de 1701, pronto se hizo evidente que Felipe V no gobernaría nunca.

El vacío creado por la mediocridad del recién ungido y la hostilidad hacia Francia de los demás países europeos, convencieron a Luis XIV desde el mismo momento de la coronación de que debía tomar las riendas del gobierno español.

Una de las primeras medidas del monarca francés fue la negociación de la boda de su nieto –sin consultarle- con la princesa de Saboya María Luisa Gabriela, hija de Víctor Amadeo II, una niña de trece años que domino por completo la voluntad real, si bien el francés se aseguró el buen gobierno colocando a su lado, como camarera mayor, a alguien de su plena confianza en la persona de doña Ana María de la Tremouille, princesa de los Ursinos.

Recién celebrados los esponsales, ya Felipe V se vio obligado a salir de Barcelona donde la guerra comenzaba a hacer sus estragos, dejando la regencia en manos de su esposa, que inmediatamente partió hacia Madrid en compañía de su camarera.
La situación de España a finales de 1702 era aún más critica que en 1700, agravándose con el desembarco en Lisboa el 16 de mayo de 1704 del Archiduque Carlos de Austria, que ya había sido coronado solemnemente en Viena como rey de España, y recibido en Portugal con todos los honores, sucediendo que a partir de entonces, España contaría con dos reyes coronados.

A la sazón, Felipe V había salido de Madrid el día 4 de mayo esperando llegar antes que Don Carlos a las puertas de Lisboa, pero la noticia del desembarco de su rival le sorprendió cuando se encontraba todavía en Castilla, a pesar de lo cual, en esta primera campaña de la guerra, llamada “De Extremadura” se consiguen los primeros triunfos de las tropas reales al mando del mariscal de Berwick, si bien la alegría duraría poco.
El día 4 de agosto se produciría un acontecimiento que aun hoy es tema de conflicto entre España e Inglaterra, cuando la escuadra inglesa decide apoderarse del territorio de Gibraltar, que se rindió casi sin resistencia, prolongándose la situación hasta nuestros días. Ante el terror desatado en la corte española, Luis XIV reorganiza el ejército y decide extender las cargas fiscales de Castilla a las provincias que por tradición no las compartían, lo que derivó en graves consecuencias para la causa borbónica con la entrega de Barcelona, en octubre de 1705, a una tímida expedición marítima del archiduque, que fue reconocido en toda Cataluña como Carlos III, mientras Valencia seguiría su ejemplo el 15 de diciembre.

Ante tal estado de cosas, Felipe V marcharía sobre Barcelona dejando una vez más el gobierno en manos de la reina, que sola en la corte demostró de nuevo su indomable valor al conseguir dinero de la Villa de Madrid y reclutar milicias, pero de poco serviría el tesón de la joven reina, pues Felipe V, que ya había tomado Monjuich, tuvo que replegarse precipitadamente hacia la corte, donde recibió la noticia del paso del Guadarrama por el ejército portugues. Finalmente, el 25 de junio de 1706, mientras Felipe V salía de la corte con su ejército camino de Fuencarral y Margarita lo hacía al frente del gobierno con destino a Burgos, Galoway proclamaba en Madrid a Carlos III como rey de Castilla ante un pueblo totalmente resignado.

Vista la desesperada situación que parecía abocada a lo inevitable, el ejército de Felipe V en un postrero golpe contra Madrid, conseguía que el rey volviera a la Corte el dia 5 del mes de agosto, mientras el pretendiente emprendía la retirada en medio de una población cada vez más hostil.
El año 1707 se inició con mejores auspicios, y el 28 de abril, los ejércitos del archiduque mandados por Galoway chocaron con las tropas franco-españolas de Berwick en Almansa (Albacete), donde la deslumbrante victoria de Felipe V tuvo como consecuencia más inmediata la recuperación de los reinos de Aragón, donde el monarca otorgo el perdón general, decretando a su vez la abolición de los fueros catalanes.
Pero en abril de 1709 la monarquía francesa, agotada por sus guerras en Europa se ve obligada a retirar de España sus ejércitos y sus hombres de gobierno, y el 21 de septiembre las tropas del archiduque entraban por segunda vez en un Madrid más desierto aun que el de 1706.
Bloqueada por los guerrilleros José Vallejo y Feliciano de Bracamonte la comunicación entre Madrid y Cataluña, Vandome obligo a capitular a Stanhope en septiembre de 1710, repitiendo con éxito unos días después en Villaviciosa de Tajuña (Guadalajara), con lo que la monarquía española pudo considerarse definitivamente salvada y Madrid no volvió a estar en peligro mientras se empezaba la reconquista de las provincias del reino de Aragón, que concluiría en 1713 con la desaparición de hecho del Estado Catalán.

La alegría de la corte fue indescriptible, pero la reina Luisa Gabriela, que en 1707 había dado al rey un heredero en la persona del infante Luis, no iba a gozar de la paz tan a duras penas conseguida. La soberana, que había sido el alma de la resistencia frente al enemigo y con su popularidad había contribuido en buena medida a la consolidación de la monarquía, fallecía el 14 de febrero de 1714 a los veintiséis años de edad.
Con la elección de la princesa de Parma Isabel de Farnesio como nueva esposa del monarca y la posterior celebración de los esponsales en Guadalajara en diciembre de 1714, comienza una nueva etapa en la política española.

Después de hacer pública su abdicación el 10 de enero de 1724 en favor de su hijo Luis I, tan lelo e incapaz como su padre, ya casado con la princesa Luisa Isabel, hija del regente de Orleans, una criatura caprichosa e insufrible, que ventoseaba en público y que gustaba de exibirse en transparente ropa interior ante la corte, decidió retirarse de las labores de gobierno.

Finalmente, las viruelas se llevaron por delante al nuevo rey en el mismo año de su entronización, y Felipe V, en un hecho insólito, recupero la corona tras no pocas vicisitudes legales y religiosas.

Que Felipe V estaba loco de atar no era un secreto para nadie, pues no en vano, como bisnieto de Felipe IV llevaba en sus venas un cuartillo de sangre Austria con toda su perturbadora herencia genética, hijo de una esquizofrénica y nieto de una perturbada mental el rey pasaba meses enteros sin lavarse ni cambiarse de ropa, despidiendo un tufo que provocaba las náuseas de quienes despachaban con él, amén de no afeitarse ni cortarse las uñas durante meses, y de provocar durante largas temporadas cambios aleatorios en los horarios de palacio, donde la corte, dormía por el día, desayunaba al anochecer y cenaba cuando Dios quería, llegando a montar a caballo en los animales representados en los tapices del palacio de Aranjuez, padeciendo hasta su desaparición una vejez tremendamente melancólica, apenas aliviada por el contratenor Farinelli, un castrado italiano al que nombro su ministro y que continuo en su puesto durante el reinado de su sucesor Fernando VI.

El rey murió en Madrid en 1476 habiendo engendrado once hijos en sus dos matrimonios, ostentando la corona a continuación Fernando VI y Carlos III por este orden, hijos del fallecido, entre los años 1476 a 1788, continuando la dinastía con el hijo de este último, que reino a partir de 1808 con el nombre de Carlos IV.