Alarmados los aragoneses por los sucesos ocurridos en Madrid, que dejaban claros los planes napoleónicos, se forma en Zaragoza una Junta Militar que se centra en recibir el apoyo de la provincia para reunir las fuerzas con las que general Palafox, que había repartido las armas del arsenal de la Alfarería entre la población útil, formo los Tercios de Voluntarios para completar la exigua guarnición de la plaza, llegando a reunir unos 5000 soldados sin experiencia ni entrenamiento y unos 80 cañones de bajo calibre, mientras se iniciaba paralelamente la fortificación de la ciudad.
El día 6 de junio, un ejército mandado por el general Charles Lefevbre, enviado desde Pamplona con la orden de tomar la ciudad, considerada de gran valor estratégico tanto por su relativa cercanía a la frontera francesa como por su posición clave como nudo de comunicaciones entre Madrid y Barcelona con el que enlaza al País Vasco con la costa Valenciana, así como punto vital para el abastecimiento de las tropas en campaña. Tras haber vencido con facilidad en días anteriores a la avanzada española liderada por el marqués de Laza, hermano de Palafox, y a las tropas formadas por paisanos que mandadas por el propio general habían acudido precipitadamente desde Zaragoza, el 15 de junio de 1808, poco después del mediodía, los franceses se presentaron ante las puertas de la ciudad, que Palafox y su plana mayor ya habían abandonado, dando comienzo inmediatamente el asalto a la ciudad.
Recibidos con un intenso fuego desde dentro de la plaza, por todas partes aparecieron cientos de paisanos armados cada uno como Dios les dio a entender, y después de una larga tarde de lucha en las puertas de la ciudad, los defensores conseguían rechazar el primer asalto francés, siendo aniquilados junto a las puertas los escasos atacantes que lograron entrar en la ciudad durante la batalla.
Tras este inesperado fracaso inicial, los franceses sometieron a la ciudad a un intenso bombardeo mientras procuraban cortar sus líneas de abastecimiento, produciéndose durante los días siguientes diversos ataques franceses que serían igualmente rechazados todos ellos, mientras dos días después, el general Víctor llegaba a la ciudad con numerosos efectivos para hacerse cargo del asedio.
El día 2 de julio de 1808, Palafox regresa a Zaragoza con algunos refuerzos justo a tiempo para rechazar un nuevo ataque general sobre la ciudad, concentrado en las puertas de Sancho y del Portillo, destacando en la defensa de esta ultima una aragonesa llamada Agustina Zaragoza (Agustina de Aragón), que tras disparar una batería cuyos artilleros habían muerto por una explosión, ponía en fuga a toda la avanzada francesa consiguiendo hacer la puerta infranqueable, para ser de nuevo rechazados pese a la aplastante superioridad numérica.
Durante el resto del mes de julio, las tropas francesas se vieron enfrentadas a una lucha calle por calle y casa por casa para hacerse con el control de los barrios extramuros, lo que no se conseguiría hasta la llegada de nuevos refuerzos a comienzo del mes de agosto, cuando el día 4, la ciudad fue sometida a una gran ofensiva precedida de un intenso bombardeo de tres días que devasto parte del hoy casco histórico, mientras era saqueado el tesoro general.
Con el mando de la ciudad nuevamente en manos del general Lefevbre, una salida de Palafox, que consigue traer refuerzos y víveres, y lo que fue más importante, la noticia de la derrota francesa en Bailen con la consecuente repercusión en los acontecimientos bélicos, puso la iniciativa en manos de los esforzados españoles, que el 8 de agosto, en un contraataque sobre el Arrabal, logran romper el cerco, lo que supuso que en la noche del 13 al 14 los franceses abandonaran la ciudad tras volar el puente que habían construido y el monasterio de Santa Engracia además de incendiar el convento de San Francisco.
En conjunto, el ejército imperial fue derrotado por una pequeña presencia militar española y por un numerosísimo conjunto de ciudadanos que se unieron en la defensa de la ciudad y que costo a los franceses entre 3000 y 4000 hombres, teniendo que poner algunos regimientos al mando de capitanes ante las bajas de oficiales superiores.
Los hechos de Bailen y la sucesiva retirada del ejército imperial en casi toda la Península, convencieron a Napoleón para cruzar los Pirineos e intentar restablecer el control de la situación, y mientras el emperador continuaba camino de Madrid, el mariscal Jean Lannes recibía el mando de los ejércitos del frente del Ebro, siendo Zaragoza un objetivo inmediato para asentar el orden en el norte peninsular.
El segundo sitio de la ciudad comenzaría el 21 de diciembre de 1808 con el presunto decisivo ataque ordenado por el nuevo responsable de las operaciones, que al mando de unos efectivos de más de 7000 unidades ataco Zaragoza por varios sectores, tratando de tomar el control imperial de Casablanca y La Paz, así como los barrios exteriores del Arrabal y Torrero, dedicando los días posteriores a la construcción de puentes sobre el Ebro y el Huerva con los que asegurar el cerco alrededor de la ciudad. Tras casi un mes de ataques y contraataques, el 5 de enero, cae el reducto de El Pilar, último de los fortines exteriores de la ciudad, desencadenando una resistencia feroz que obligaba a los franceses a volar los edificios de uno en uno, retrasando su avance a costa de numerosas bajas. La batalla fue de consecuencias terribles para la ciudad, que vio bombardeada la Basílica del Pilar y el hospital de Gracia además del saqueo de los archivos de la Diputación.
A pesar de todo, los defensores siguieron resistiéndose hasta que la falta de víveres y las terribles condiciones higiénicas que siempre causan los asedios, propiciaron una epidemia de tifus de la que sería victima el propio Palafox, que fue sustituido por Saint-Marq, que en connivencia con la Junta de Defensa, decidió rendir la exhausta ciudad con la oposición del convaleciente Palafox.
Finalmente, el 21 de febrero, Zaragoza capitulo ante el cuartel general de Lannes en el Molino de Casablanca, y la ciudad, antes conocida como “La Florencia de España” quedo prácticamente destruida y de su población censada antes del sitio en 55000 ciudadanos solo sobrevivieron unos 12000.
Zaragoza, la antigua Cesaraugusta romana es una población capital de la provincia homónima y de la Comunidad Autónoma de Aragón enclavada a orillas de los ríos Ebro, Huerva y Gallego, cuya situación geográfica convierte la convierte en un importante nudo logístico y de comunicaciones, dotándola, además, de un gran patrimonio romano, árabe, judío y cristiano, del que pretendemos ofrecer una pequeña muestra a expensas del tiempo que tengamos disponible para su ejecución.
Empezamos el recorrido con la visita inexcusable a la Basílica del Pilar, donde puedes subir a una de sus torres-mirador para contemplar una bella vista de la ciudad, siguiendo por la segunda catedral de La Seo y las pequeñas iglesias que encontraras en el Casco Antiguo, para continuar por el Palacio Fortificado de la Aljaferia, datado en el siglo XI y las Torres Mudéjares, para orientarnos después hacia los recuerdos dejados en la ciudad por los hombres de Roma como Las Ruinas del Teatro Romano, los museos del Teatro y del Foro de Cesaraugusta, sus Termas y los restos de la antigua muralla, sin olvidar el Rincón de Goya, con sus praderas y su anfiteatro, y El Parque del Agua, donde aparte de un sinfín de actividades, debes visitar La Torre del Agua o las Playas de Zaragoza en el recinto de la Expo 2008, para darte una vuelta después por el Centro Comercial Puerta Venecia con su bonito Lago Gigante que lo convierte en un lugar único, dejando para el final un tranquilo paseo por las bonitas orillas del Ebro, o el Parque Grande de Jose Antonio Labordeta con sus avenidas bordeadas por arboles de lado a lado, destacando la de San Sebastián, y los Jardines de Invierno, por donde circula un bonito arroyo.
Terminada la visita al casco urbano, que puede realizarse sin prisas en un par de días, propongo emplear un dia más en recorrer algunos de los interesantes enclaves de la provincia, como: Fuendetodos, a 45 Km., Gallur (46), Cariñena (47), *Belchite*(50), Buñuel (72), Egea de los Caballeros (73), Aneto (83), Daroca (86), Tarazona (87), Uncastillo (108) y Sos del Rey Católico (122), para acercarse lo más posible a la **imprescindible** visita del Monasterio de Piedra a 129 Km. de la capital.