Tras la pérdida de todas las Provincias de Ultramar, la monarquía española se va a reducir a una serie de territorios aislados entra si y, que en América se reducen a Cuba y Puerto Rico. De otro lado, la misma España Peninsular, potencia de bajo rango, marginada con respecto a una Europa para la que ya no cuenta, se ha convertido en otra isla desde 1814, arruinada en los años de naufragio del sistema, económicamente aislada y política y culturalmente imitativa, que por no tener, carece hasta de una marina digna de ese nombre, que hubiera sido el único medio de conectar sus dispersos territorios.
Cuba fue, con mucha diferencia, la más importante y desarrollada colonia española del siglo XIX. Como consecuencia de la considerable inversión (más de cien millones de pesos) realizada entre 1766 y 1806, su economía experimento un vigoroso estimulo que favoreció el ascenso económico y social de un grupo de hacendados habaneros que en los tiempos de Carlos III llego a mantener un apoderado en Madrid y organizar el más poderoso grupo de presión que oligarquía criolla alguna tuvo en la corte.
La guerra de Yara (1868-1878), iniciada por terratenientes sin capital a los que se van uniendo diversos sectores de la sociedad, pone fin al periodo de mayor prosperidad económica de la isla, y supone para Cuba la primera guerra de la de la independencia y el inicio de un proceso de emancipación que se da con medio siglo de retraso con respecto a casi todas las demás provincias de la Monarquía.
La finalización del conflicto Carlista en el norte de la península, que comportaría de hecho la abolición de los Fueros Vascos, va a permitir, finalmente, acometer la empresa de la pacificación de Cuba al hacer posible transferir a la Gran Antilla el esfuerzo militar y económico que hasta entonces había sido necesario concentrar en la Península. En conjunto, las fuerzas recibidas desde la Metrópoli durante los diez años de duración del conflicto alcanzaran la cifra de 181000 hombres, de los que morirían más de la mitad, la mayoría de ellos victimas de enfermedades, más de 25000 serán devueltos al continente por enfermos o inútiles, muriendo aproximadamente más de un 10% durante la travesía o poco después de su desembarco, mientras el dinero destinado a gastos militares para acabar con la “Guerra de los diez años”, llegaría a la considerable suma de 36,5 millones de pesos anuales, resultando que a partir de Yara, la isla fue siempre un enfermo de salud débil y quebradiza, que no pudo resistir el empuje de los poderosos azucareros americanos.
En lo que a la cuestión militar se refiere, el principal objetivo de los cubanos fue extender la campaña a toda la isla, lo que se consiguió en 1896 cuando los sublevados llegaron a las proximidades de La Habana, destruyendo a su paso una parte de las plantaciones y los ingenios. Ante el cariz que estaba tomando la situación, Cánovas y Sagasta pusieron toda la carne en el asador, y más de 200000 soldados fueron enviados a la Isla entre 1895 y 1898 que pese a su elevado número la medida no conseguiría resolver el problema. El conocimiento del terreno por parte de los sublevados, la ayuda de la población, y por otro lado, el despropósito de un ejército tan rápidamente puesto en campaña, sin la menor aclimatación y mal equipado, como ya ocurriera anteriormente, fue pronto presa de las enfermedades endémicas de la isla, resultando que tras un mes de campaña, las tropas españolas se encontraban ya hechas una ruina.
Apenas iniciado el conflicto, los influyentes periódicos americanos de Pulitzer y Hearst llenaron sus páginas con exageradísimos relatos sobre la guerrilla cubana y las actividades llevadas a cabo por los españoles que merecieron la denominación de “atrocidades”, además de la voladura del acorazado Maine, accidente nunca aclarado, durante su visita de “cortesía” al puerto de La Habana, significaron de hecho la declaración de guerra.
La contienda resulto breve y los episodios fundamentales fueron las batallas navales de Calvite, librada el primero de mayo de 1898 y Santiago de Cuba ocurrida el tres de julio, en las que la anticuada e ineficiente flota española, fue literalmente barrida por la potente y destructiva armada norteamericana. Como consecuencia de los resultados, el presidente Mackinley enviaría un ultimátum al Gobierno español advirtiéndole de que en el plazo de tres días debe renunciar a todos sus derechos de soberanía sobre Cuba, mientras pedía al Congreso autorización para utilizar tropas en la isla y crear allí un gobierno estable bajo el compromiso de no anexión por parte de su país. Finalmente, el Tratado de Paris de 1898 liquidaría el Imperio Colonial Español y significaría para Cuba una independencia al menos nominal.
Pero no sería justo mencionar únicamente los sonoros nombres de generales y presidentes que jalonaron la aventura cubana. De entre los muchos casos de valentía protagonizados por soldados españoles en la larga contienda, emerge la figura de Eloy Gonzalo García, que en septiembre de 1896 llegaba a Cuba en un momento delicado en el que los insurgentes acosaban constantemente a las tropas españolas de Martínez Campos, sustituido por Valeriano Weyler en febrero de ese mismo año.
El dia 22 de septiembre, un núcleo de unos 3000 insurrectos al mando de Máximo Gómez puso cerco a la pequeña población de Cascorro en las proximidades de Puerto Príncipe, aconsejándose por parte española la destrucción de uno de los baluartes de los “mambises” dada la comprometida situación de los sitiados, para lo que el soldado se ofreció voluntario. Llevando tan solo su fusil, una lata de petróleo y una cuerda atada a la cintura con objeto de que su cuerpo pudiera ser recuperado si moría en el intento, Eloy repto hasta el objetivo, lo roció con el combustible y después de prenderle fuego escapo rápidamente llegando a sus líneas sano y salvo. A los pocos días, los sitiados serían liberados por una columna española al mando del general Castellanos.
Una vez terminada la guerra, Eloy Gonzalo García, nacido el 1 de diciembre de 1868 obtuvo su reconocimiento público con la colocación de un monumento enclavado en la cabecera del popular “Rastro Madrileño” (Cascorro), mientras una calle de la capital era bautizada con su nombre.
La isla de Cuba, la mayor de Las Antillas tiene su ubicación en el Mar Caribe o Mar de Las Antillas cuya capital La Habana, en la parte norte de la isla es uno de los principales ejes del turismo en el archipiélago.
Ya en su interior, en la zona más al norte se encuentra la localidad de Varadero, una península separada de tierra firme por canales, cuya playa se extiende a lo largo de 20 Km. llena de hoteles y restaurantes, para después visitar Los Cayos, pequeñas islas con playas de poca profundidad rodeadas de hermosos arrecifes de coral y aguas transparentes que de norte a sur son las de Cayo Santa María en el norte, Cayos Coco, Guillermo y Romano asi como Cayo Largo en una pequeña isla del sur que lleva su nombre y a decir del visitante el mejor de Cuba con viajes concertados desde La Haba y Varadero, sin olvidar la ciudad de Santiago de Cuba.