En 1859 estalla en el norte de África un conflicto bélico que enfrentaría a España con el sultanato de Marruecos durante el periodo de los gobiernos de La Unión Liberal en el reinado de Isabel II y que sería conocido como Las Guerras de África.
Desde 1840, las ciudades españolas de Ceuta y Melilla sufren continuas incursiones por parte de grupos marroquíes en la región del Rif, a los que uniría el acoso a las fuerzas destacadas en distintos puntos del territorio, que pese a ser inmediatamente contestados por el ejército patrio, no se pueden evitar emboscadas y celadas en las persecuciones por territorio marroquí, por lo que en 1859 el gobierno de Leopoldo O’Donell firmó un acuerdo diplomático con el sultán de Marruecos que afectaba a las plazas de Melilla, Alhucemas y Vélez de la Gomera, dejando fuera del acuerdo (¿) a la ciudad de Ceuta, por lo que el gobierno español decidió realizar obras de fortificación en torno a la plaza, hecho que fue considerado por el sultanato como una provocación, sucediendo que cuando en agosto de 1859, un grupo de rifeños ataca un destacamento español que custodiaba la reparación en diversos fortines de la ciudad, O’Donell exigió al sultán un castigo ejemplar, pero a pesar de lo que apuntan algunas fuentes de la época de que incluso los implicados fueron ajusticiados, O’Donell no se dio por enterado, y si bien se pusieron todo tipo de excusas por motivos meramente de orden interno, el presidente del gobierno se inventó La Guerra de África.
La ola de patriotismo que se extendió por todo el país llegando incluso al racismo, fomentada también por la Iglesia Católica, que alentó a los soldados “a no volver sin dejar destruido el islamismo, arrasando las mezquitas y clavando la cruz en todas las alcazabas”, se tradujo en la creación de centros de reclutamiento voluntario, incluso en Cataluña y en El País Vasco.
La guerra, que duraría cuatro largos meses, comenzaría en diciembre de 1859 cuando el ejército expedicionario que partió de Algeciras, compuesto por unos 45000 hombres, 3000 mulas y caballos y 78 piezas de artillería, mal preparado, equipado y dirigido y con un aprovisionamiento muy deficiente, apoyado además por una escuadra de guerra, explicaría que los cerca de 4000 muertos españoles no lo fueran en el campo de batalla, mientras los encuentros en Los Castillejos y Tetuán fueran magnificados hasta el infinito por la prensa española.
Los objetivos fijados para la expedición eran la toma de Tetuán y la ocupación del puerto de Tánger, y mientras el primero de enero de 1860 las tropas de Prim avanzaban en tromba, O’Donell comenzaba la marcha hacia Tetuán, que caía finalmente el dia 6 de febrero, mientras por otra parte, en Tánger, el ejercito que había sido reforzado por una división de infantería de 5600 soldados y varias unidades de voluntarios vascos (unos 3000 efectivos), desembarcaba en el mes de febrero, produciéndose el choque el dia 23 de marzo en el Wad-Ras, donde el ejército español forzaría la petición de paz por parte del comandante marroquí Muley Abbas.
Tras la Guerra de África, el ejército victorioso acamparía en un descampado al norte de Madrid mientras se hacían los preparativos para una entrada triunfal en la capital, efemérides que nunca llegaría a celebrarse, mientras el campamento se iba convirtiendo con el tiempo en permanente, instalándose a su alrededor comerciantes y profesionales de todo tipo, dando lugar al conocido hasta hoy como barrio de Tetuán de las Victorias, mientras con cañones capturados al enemigo en el Wad-Ras se fundirían dos leones para ser colocados en la entrada del Palacio de Las Cortes, iniciándose un periodo de paz relativa que no había de cambiar hasta la pérdida de las ultimas colonias en 1898, centrándose por el momento la política exterior en el norte de África.
Ante las continuas injerencias franco-españolas, que hacían inestable la posición del sultán de Marruecos, este decide firmar con el estado francés el Tratado de Fez en marzo de 1912, embrión que sería del futuro Protectorado, y que se actualizaría el 27 de noviembre de ese mismo año, mediante un nuevo acuerdo entre las dos potencias europeas, en virtud del cual Francia reconocía a España el dominio sobre la zona norte de Marruecos, estableciéndose un Protectorado Español con capital en Tetuán, siendo la concordia un mero espejismo, ya que la resistencia de Marruecos a la creación del Protectorado exigiría para España el envío de nuevos efectivos, iniciándose la que sería la Segunda Guerra de África, si bien es cierto que el comienzo de La Primera Guerra Mundial seria determinante para que España, neutral en el conflicto, suspendiera su intervención en el continente africano.
Terminado el conflicto mundial, y cuando todo hacía pensar que la pacificación había llegado al Protectorado, un gran número de tribus del Rif bajo el mando de Abdelkrim, un cadi rifeño educado en España, quebraría la situación creando una república independiente, que se perpetuaría hasta 1925, en que el desembarco conjunto de españoles y franceses en la bahía de Alhucemas pondría fin a las Guerras de Marruecos.