Ante la insistencia del general Franco de la urgente necesidad de transportar a las tropas del norte de África para poder actuar como refuerzos y consolidar los avances conseguidos en la Península por los sublevados, se planteó finalmente ante la insistencia de Franco una acción en principio descabellada dada la falta total de escoltas además de la enorme diferencia de potencial disponible entre ambos contendientes, dado que mientras la marina sublevada disponía del cañonero Eduardo Dato, el guardacostas Vad Kert y el viejo torpedero T-19, en las cercanías se concentraban por la parte gubernamental el acorazado Jaime I, amén de los cruceros Cervantes y Libertad, los ocho destructores Sánchez Barcaiztegui, Almirante Ferrándiz, Jose Luis Diez, Churruca, Lepanto, Alcalá Galiano y Lazaga, además de cinco submarinos y algunos patrulleros de escaso valor militar, pese a lo cual y a las reticencias del comandante del Eduardo Dato y del general Kindelan, Franco mantendría su decisión.

En la noche del 4 al 5 de agosto se embarcaron en el Ciudad de Ceuta 350 soldados de Regulares con explosivos, municiones, seis cañones y dos ambulancias, al tiempo que en el remolcador Arango lo hacían unos 50 regulares, mientras al amanecer despegaban desde Sania Ramel varios aviones con la misión de detectar la posición de los buques del gobierno, siendo el Lepanto el primero puesto fuera de combate, viéndose obligado a retirarse a Gibraltar, y tras el ataque al Churruca y al Almirante Valdes se daba la señal de que el Estrecho estaba libre.
A las 16:30 del 15 de agosto, tras recibir la orden de levar anclas, se hicieron a la mar los buques franquistas, cargando unos 3000 hombres, gran cantidad de munición y abundante material de guerra, con la orden de que cada buque navegara a su máxima velocidad sin respetar formación alguna, lo que provoco que los más lentos quedaran descolgadas, obligando al Eduardo Dato a recorrer la línea una y otra vez, para finalmente tras diversos enfrentamientos entre las dos escuadras, el 5 de agosto los buques sublevados con su preciosa carga a bordo hacían su entrada en el puerto de Algeciras, si bien en respuesta por el paso del convoy, el 7 de agosto las unidades republicanas atacaron las baterías costeras y al Eduardo Dato en Algeciras, quedando el cañonero inutilizado hasta el final del conflicto.

Pese al venturoso final de la comitiva, el control del paso del Estrecho siguió en manos gubernamentales hasta la decisiva victoria del Cabo Espartel.