Es el nombre que recibe el emplazamiento en donde se alojaba el Regimiento de Infantería de Montaña de Simancas 40, situado en un altozano de la ciudad de Gijón en la carretera de Ceares, desde donde se domina buena parte de la ciudad y su bahía, lo que le convertía en un lugar estratégico de máxima importancia, transformándose tras la revolución de Octubre de 1934 de centro de educación en cárcel y posteriormente en cuartel, situación en la que se encontraba al comienzo de la Guerra Civil.

En julio de 1936, las fuerzas milicianas de Gijón se reducían a las tropas del regimiento Simancas y a las del VIII Batallón de Ingenieros mandado por el coronel Antonio Pinilla Barceló, emplazado en el cercano cuartel del Coto y comprometido con los sublevados, que tras su caída unieron sus tropas disponiéndose para afrontar la resistencia, que comenzaría con el consiguiente asedio que duraría hasta el 21 de agosto, cuando las milicias obreras, con el apoyo de aviones y artillería someterían al edificio a un intenso bombardeo al que se uniría el uso de la dinamita para derribar los muros, tras lo que las fuerzas republicanas penetrarían en las ruinas del antiguo colegio, que se convertiría en uno de los mitos de La Guardia Civil por la dureza de los combates y las circunstancias que en él se dieron, comparándose a los asedios del Alcázar de Toledo o el Cuartel de la Montaña, aunque sin alcanzar la notoriedad de estos últimos.