Durante el reinado de Ramiro II (El monje) de Aragón (1134-1137) las presiones ejercidas tanto por la Iglesia, que exigía el estricto cumplimiento del testamento de Batallador, que legaba su reino a las Órdenes Militares, apoyadas por la levantisca nobleza, Ramiro, a la sazón obispo de Barbastro, hizo anunciar a los magnates la construcción de una gigantesca campana cuyos ecos habían de escucharse en todos los rincones del reino, citándoles para su inauguración.
A medida que estos van llegando a la corte, el verdugo corta sus cabezas poniéndolas en círculo, colocando en el centro, a modo de badajo, la del obispo de Roda.
Leyenda o realidad, lo cierto es que una vez apaciguado el reino, el monarca, que merced a una dispensa papal había contraído matrimonio con Inés de Poitiers entregó a su hija Petronila de dos años de edad, al Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y se retiró al monasterio de San Pedro el Viejo (Huesca) conservando el título de rey hasta su muerte.
Este matrimonio, que no se celebraría hasta veinte años después (1151) daría origen a la Corona de Aragón.
Entre los múltiples atractivos de la ciudad, el viajero puede visitar la Catedral dedicada a Santa María y el Monasterio de San Pedro el Viejo, asi como la muralla que bordea el casco antiguo en la zona de Montearagón, que de sus casi 100 torres iniciales solo conserva actualmente una, en remodelación o El Casino, El Parque de Miguel Servet o el conocido como Palacio Real, actualmente albergue del museo de Huesca.
Terminada la visita por la capital, podemos embarcarnos en un interesante recorrido por las poblaciones de Alquezar, a 48 Km., Montañana- Zaragoza-(70), Jaca (73), Graus (82), Broto (88), Torla (92), y ya, a más de 100 Km., Ainsa (101), Anso (109) y Benasque (140).