La muerte sin descendencia legítima de Alfonso V de Aragón, posibilitó el acceso al trono de su hermano Juan II, rey consorte de Navarra por su matrimonio con la reina Blanca, viuda de Martin de Sicilia a la que siempre desprecio públicamente igual que a su descendencia.
A la muerte de Blanca en 1441, después de haber aconsejado a su hijo en la obediencia debida al rey, el monarca aragonés contrajo nuevas nupcias con Doña Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla, mujer ambiciosa y sin escrúpulos, vivo retrato de su cónyuge, con quien compartió el afán de ver coronado a su hijo Fernando, sin importarle en absoluto que en el camino se quedaran las vidas de los hijos de la desdichada Blanca.
Alarmado por la popularidad que el primogénito Carlos de Viana levantaba entre los sicilianos desde su llegada en 1458, después de un peregrinar constante por diversas cortes europeas con el fin de ponerse fuera del alcance de su padre, el rey le hace regresar a la Península donde es sometido a proceso y encarcelado.
Liberado por la presión de los catalanes, el 28 de marzo de 1460 el heredero hace su entrada en Barcelona, donde es nombrado Lugarteniente General de Juan II a quien, sin embargo, se prohíbe su entrada en el principado.
Carlos de Viana moría seis meses después oficialmente de pleuresía, pero detrás de su muerte estaban la voluntad real y el veneno de Juana Enríquez. El camino del infante Fernando quedaba expedito para futuras empresas.