La ineficacia de la flotilla de cinco submarinos enviada en agosto y septiembre de 1936 al Cantábrico para acabar con el dominio de la pequeña flota sublevada, decidió al gobierno a ordenar que el 21 de septiembre el grueso de la flota republicana se dirigiera en auxilio de las fuerzas gubernamentales tras los desastres sufridos en Irún, Fuenterrabía y San Sebastián y poner fin al bloqueo que los pocos buques sublevados imponían en la costa norte, y que dejaban sin aprovisionamiento a las plazas de Bilbao, Gijón y Santander.
Finalmente las dos escuadras se encontraron en el Cabo Espartel, punto en los límites de tierra firme y el Estrecho de Gibraltar, en la madrugada del 29 de septiembre de 1936, donde quedaría bien demostrada la destreza del almirante Cervera y la superioridad manifiesta del Canarias, que ese mismo dia comenzarían a ofrecer su escolta a los transportes de soldados desde Ceuta a la Península, produciéndose en adelante el paso de efectivos por el Estrecho sin ninguna oposición.