Después de la victoria anglo-portuguesa de Los Arapiles (22-7), el derrotado ejército francés se retiró del campo de batalla a cubierto de la división de infantería del general Foy, atravesando el frondoso bosque del sur del Arapil Grande hacia Alba de Tormes con la intención de recalar en Burgos y Valladolid, pero tras su resonante victoria, Wellesley había decidido realizar personalmente la persecución de los franceses, llevando junto a las divisiones de infantería a la brigada inglesa de caballería ligera y a la pesada alemana de Von Bock con dos regimientos de dragones de la Legión Alemana del Rey, dándose la curiosa circunstancia de que mientras planeaba la operación, Wellington, cuya vanidad no tenía limites, posaba para un ferviente admirador del general llamado Francisco de Goya y Lucientes, que allí mismo realizo un boceto que solo días después, en Flores de Ávila, el sexagenario y acaudalado genio de la pintura, viudo reciente a quien apoderaban “El Sordo” pudo terminar el dibujo.
En el frente militar, mientras las fuerzas británicas terminaban de cruzar el puente de Alba de Tormes, los restos en retirada de las tropas francesas estaban ya próximos a García Hernández, una población limitada al norte por una línea de colinas coronadas por una meseta, lugar donde fueron avistadas por los perseguidores mientras intentaban subir la pendiente, dando pie a la decisión por parte de Wellington de atacar sin demora.
Tras diversas alternativas y múltiples choques, una brecha en las filas francesas fue rápidamente aprovechada por el capitán Friedrich Von Ustar-Gleichen para penetrar y cargar con sus temibles espadas largas y de hoja recta por la espalda de los sorprendidos infantes franceses, convirtiendo el cuadro defensivo en un caos y un amasijo de hombres huidos, muertos y heridos que fue rematado en un segundo encuentro al mando de August Von Reizenstein, valiendo la pena remarcar que toda la acción se desarrolló en tan solo unos cuantos minutos, ocurriendo en este corto espacio de tiempo uno de los ataques más famoso de las Guerras Napoleónicas.
En el gobierno británico, la batalla de García Hernández causo tal impresión, que decretó por una ley aprobada por el Parlamento en el año 1812, que todos los oficiales de la división alemana, que hasta entonces habían servido como temporeros, fueran admitidos en similares condiciones a sus camaradas británicos siéndoles reconocida no solo su antigüedad si no también el derecho a pensión por parte del gobierno.
Después de visitar el paraje del Monte Matabuey, situado entre el rio Almar y el camino que va desde Alba de Tormes a Peñaranda de Bracamonte, donde se libró el enfrentamiento, nos acercaremos a la población que dio nombre a la batalla, hoy Garcihernandez, localidad de la provincia de Salamanca enclavada en la comarca de La Tierra de Alba, perteneciente al partido judicial de Salamanca y a la Mancomunidad de Tierras del Tormes, desde donde tras visitar su iglesia de estilo mudéjar tras haber sido reformada, nos dirigiremos luego a la bella ciudad de Salamanca distante unos 11 Km, para iniciar un recorrido que empezaremos por La Plaza Mayor, La Universidad, la Casa de las Conchas, las Catedrales Nueva y Vieja, La Casa Lis, siguiendo por la curiosa Cueva de Salamanca, templo de la quiromancia en lo que fue la cripta de la inexistente iglesia de San Cebrián, el Convento de San Esteban, el Museo de la Historia de la Automoción, y el antiquísimo Puente Romano, el Jardín de Calixto y Melibea y algunos rincones más que seguro que se me quedan en el tintero.
Fuera ya del núcleo urbano de la capital, podemos organizar nuestra propia ruta por las poblaciones de Ledesma a 35 Km, Cantalapiedra (57), San Martin del Castañar (74), Sequeros (75), Candelario (76), Miranda del Castañar (77), La Alberca (78), Mogarraz (83), y Ciudad Rodrigo a 89 Km. de la capital.